El que me conoce sabe que soy sincero, un poco extrovertido y hasta visceral, cosa que a much@s no les gusta y quizá no me lo perdonen, pero que se fastidien.

En este blog vemos desde la posición que pueda tener un joven corriente, entre otras cosas, la actualidad que le rodea en todos los ámbitos de la vida y de las inquietudes surgidas a partir de ellas.

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miércoles, 17 de noviembre de 2010

Aquel camino...

El año pasado pude hacer una de las cosas que tenía pendientes en la vida, era el Camino de Santiago. Con un buen peregrino y mejor amigo mío, somos dos aventureros y como tal acometimos una nueva experiencia de manera conjunta. Ésta no era la primera experiencia que tuve lejos de casa, de tu gente, de tus costumbres… Tuvimos  vivencias únicas, vivencias que nacen y vas viviendo día a día y que irremediablemente se quedan en el camino.

El comienzo recuerdo que fue algo duro, comenzando a las 4.30am en un frío pueblo leonés llamado Astorga. Bien pertrechados comenzamos la primera etapa, que rondaría en torno a 20kms según los manuales, pero que fueron bastantes más y que en la fría noche nos perdimos en la inmensidad del campo resguardándonos unas horas y echando mano a los víveres que echó nuestra madre. Era un pequeño pueblo del que desconozco el nombre, sólo un cazador al que le preguntamos el sendero a seguir y poco amable resultó ser. Nos dio tiempo a dar una cabezadita (a la intemperie por supuesto), que después de habernos comido algo era irremediable para todo buen andaluz. Acabamos la etapa en Rabanal del Camino, y tras darnos una ducha asistimos a misa al antiguo Monasterio benedictino, ahora iglesia de San Salvador de Monte Irago, donde conocimos a tres monjes benedictinos que rezan las vísperas acompañados de cantos gregorianos. Pudimos lograr el primer sello de la credencial intercambiando opiniones con el Sr. Ulines. Caía el frío y volvimos al albergue para cenar pasta y ensalada por precio estudiante (gracias Isabel) entablando las primeras conversaciones con el resto de peregrinos junto aquella chimenea, donde comenzamos a apreciar la esencia del Camino.


La del tercer dia fue de las etapas mas duras, sufriendo bastante para llegar a la Cruz del Ferro, situada en un alto desde el que entre tañidos de campana cada vez más cerca y señales de humo nos encontramos con el refugio templario de Manjarín, donde los caballeros simplemente nos ofrecían su casa. Observando los artículos de su pequeña pero coqueta “tienda”, decidimos agenciarnos con la concha (que nos acompañará todo el camino) cuyo precio es la voluntad, así que sin abusar cogimos agua y un par de conchas y caminito intercambiando impresiones… Nos acompañaba un fuerte temporal durante toda la jornada haciendo un terreno casi impracticable donde se presenta un crudo descenso entre pastos y piornos hacia El Acebo (mil metros de desnivel en aproximadamente quince kilómetros) y Riego de Ambrós, Molinaseca, a orillas del río Meruelo y Campo vertebran la etapa y la dotan de la infraestructura necesaria para llegar con éxito a Ponferrada, capital de la comarca maragata, que por esta latitud sucumbe a El Bierzo.


Al tercer día aumentó el grupo previa cita. Es nuestro último día de lluvia y como tal no podía ser menos duro. En Villafranca del bierzo pudimos reponernos con un buen menú del día, carne acompañada del vino correspondiente de la zona mientras intercambiábamos nuestras impresiones con las nuevas peregrinas.



Nuestra siguiente etapa nos dirigía a O Cebreiro, cuyo recorrido era más serpenteado debido a que continúa de manera paralela junta a la A-6. El Camino alcanza su máxima cota gallega en estas laderas y aún despliega latigazos como el Concello de Pedrafita do Cebreiro pasa el testigo al de Triacastela, cuyo núcleo principal descansa en el fondo del valle bajo la sombra del monte Oribio. Hemos dejado atrás el macizo galaico-leonés llegando a Triacastela.

La etapa hacia Sarria nos resultó más cómoda, gozando de buena condición física y con el tiempo de cara, nos podíamos permitir el lujo de un alto en el camino con el resto de peregrinos, los 20 kms que distaban ambas invitaban a ello sin olvidar que las relaciones interpersonales se hacía más fuertes y prueba de ello era echarse una cervecita con las olivas correspondientes debatiendo batallas o diferentes experiencias. Esto hizo que gozáramos de este día, en elque aprovechamos para hacer unas pequeñas compras que poder guardar en la mochila.

Desde Portomarín contamos aproximadamente los últimos 100 kilómetros, la distancia mínima que hay que recorrer a pie para ganar la Compostela. La etapa no defrauda en absoluto. Ofrece incontables aldeas de los concellos de Sarria, Paradela y Portomarín, buenos ejemplos del románico, pistas vecinales asfaltadas, sendas y corredores rurales, puentes medievales y pasarelas rústicas. Las charlas en los albergues ya eran habituales alrededor de la estufa o chimenea. Tras descansar nos espera Palas de Rei, donde me pude comer el mejor cordero al horno que he comido nunca.



Dejamos atrás Lugo y comenzamos la travesía de A Coruña de la mejor manera posible, parando para coger fuerzas en la pulpera Melide, donde enlaza el Camino Primitivo. Allí pudimos degustar el mejor pulpo brindando con un buen albariño. Ya en Arzúa comentamos la jornada con un joven peregrino alemán al que invitamos a cenar con el grupo. Era un chico bastante culto la verdad a la vez que intrépido (su próxima aventura era cruzar América del sur) hasta el punto de hacernos pensar en los desniveles educativos entre nuestros países... Además pude ver a un viejo amigo gallego y eso da una motivación extra aunque cada vez el ambiente era más distendido dada la proximidad y las fuerzas ya no flaqueaban. Le decimos adiós a Arzúa, dejando atrás lo rústico y paisajístico dando paso a lo urbano.


Pedrouzo da paso a la última etapa, Santiago. Aprovechamos para tomarnos nuestras últimas cañas compartiendo mesa con los amigos peregrinos en el Monte do Gozo, donde se pueden divisar las agujas de la catedral. 5Kms nos separan de ella. Mientras nos vamos adentrando en la ciudad, observas que ha conseguido llegar gente de diversa clase social: desde el desempleado hasta el pudiente pasando por una persona de setenta años con su “ridicula” pensión que le permita vivir decorosamente. Las risas brotan en el ambiente, unos dando cánticos y otros contando chistes…


Por sus calles de embrujo una gaita nos abría la puerta de la Plaza del Obradoiro. Era el momento de pensar, reflexionar, acordarse de quién no está…


Algo tiene el Camino de Santiago que todos queremos repetir: y no es otra cosa que el propio camino.

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